sábado, 8 de mayo de 2010
Llueve. En tierra
Alguien alguna vez me comentó que lo que sentía por su familiar querido, enterrado, es que se mojaba cuando llovía. El cuerpo de Carmenchu está en tierra junto al de su marido y el de su yerno Mariano, y ahora está lloviendo en Colmenar. Pero Carmenchu ya no se moja. Está viva, eternamente viva en nuestros corazones y en los de tantos hermanos que, de repente, me han aparecido. Vivir eternamente. Como José Mari. Y como Mariano. Y seguro que como muchos otros Santos que yo no conozco. Pero mi Madre y mi Padre y mi hermano Mariano vivirán siempre en mi corazón. Gracias doy por haber tenido semejante ascendencia. Espero que "de algo me valga" (si queréis podéis leer: que "intercedan por mí"), su hijo Javier Ignacio.
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hermanos en CRISTO.Me dirijo para unirme a uds en el mismo silencio,frente a nuestra querida y recordada CARMENCHU,soy una catecumena de la VIRGEN DE PILAR DEL PERU, DE LA 6ta comunidad quien tuvo la delicia de ser instruida en la FE por vuestros padres,vaya para ellos mi oracion. De tierra me formaste y me revestite de carne.Senor Rededentor mio,resucitam en el ultimo dia FRANCIA
ResponderEliminarQueridísima familia: Nos unimos a vosotros en este momento maravilloso de la partida al Padre de vuestra madre. Hemos seguido día a día las noticias en este espacio que habeis creado. Gracias por vuestra generosidad al compartir abiertamente vuestras vivencias con todos nosotros. Y gracias también porque gracias a esto, hemos vivido a la distancia, pero muy de cerca, todo este camino que ha llevado a Carmenchu por fin al Cielo.
ResponderEliminarOs ecribimos desde Perú. Somos Antonio Goday, Vicky Lucas y los hijos que nos quedan aquí; Elena, Fátima y Alfonso. Me ha pedido el Padre Guillermo, rector, junto a P. Mario Casalapro, vicerector, P. Ángel Miranda, y todos los formadores y seminaristas del Redemptoris Mater del Callao, os hagamos presente su cariño y gratitud y os mandan un abrazo enorme, como los que repartian a diestro y siniestro vuestros padres por aquí, espléndidos, largos y sinceros. De la inconsolable Silvia -a quien creo que conoceis bien- no necesitamos deciros nada.
Ni que decir tiene, que en todas las eucaristías -y especialmen en las de estos últimos diás- hemos tenido presente con el alma, tanto a vuestra madre como a todos vosotros.
Vicky y yo, estamos con esta mezcla tan fuerte de sentimientos que siempre se da. Un dolor grande, junto con una algegría íntima y profunda. Muchos recuerdos y gratitud de habernos no solo conocido, sino querido y amado.
Voy a dar una buena revisada entre las fotos que tengo, y os las iré mandando al ritmo que me permita mi ordenador.
Un abrazo muy fuerte y la Paz.