miércoles, 5 de mayo de 2010

5 de mayo

Hoy no celebramos ninguna onomástica ni ningún evento en especial. Es un día cualquiera.
Quiero proteger la agonía de mi madre, después de haber vivido en comunidad su enfermedad, en el silencio y en la soledad de quien está ultimando su postrera batalla con la muerte, que siempre gana.
Me siento orgulloso de ser hijo de mi madre.
Me siento orgulloso de haber recibido de su boca su voluntad.

Nosotros, sus hijos, hemos decidido solicitar de los médicos que hagan cuanto esté en su mano para darle la mayor confortabilidad posible en estos momentos en que ya no tenemos ninguna esperanza de curación.
No sin quebrarnos.
Estamos despidiéndonos de ella.

Hoy la está velando Carmen Montes, mi mujer, que como sabréis es médica y nos ayuda a ajustar con sus colegas el mejor tratamiento en estos sus últimos momentos de vida.
El fallecimiento de mi madre no tiene por qué ser inminente, pero puede producirse en cualquier momento.
Rezo cada minuto porque sea corta la hora.
Está sufriendo mucho.
Está muy agitada y con movimientos espasmódicos, queriendo quitarse la mascarilla.
Con un nivel bajo de conciencia
Pero nos conoce.
Y cuando el médico ha ido a verla esta noche y le ha preguntado que qué tal estaba, con la mano ha hecho un gesto de negación, claro como el sol de la mañana.
Os agradezco desde estas líneas vuestro interés y vuestro ánimo y vuestras oraciones..
Habéis sido de gran ayuda.
Y ahora, más que nunca, pedid al Señor por Carmenchu, para que, apurado su calvario, se encuentre feliz con Cristo resucitado, su Señor, en quien ha puesto su confianza.

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