martes, 4 de mayo de 2010

Hoy hemos adelantado poco

Estos últimos días vemos que la salud de Carmenchu va paulatinamente deteriorándose.
Algunos datos son muy significativos.
Necesita cada vez más analgesia. Han tenido que empezar a suminstrarle cloruro mórfico. Las heridas están mal. Los médicos no han podido retirarle el CPAP, pues se desatura rapidísimamente (esto quiere decir, que no le llega oxígeno a los pulmones cuando no le insufla el aparato). Se ha negado a comer nada. Y los datos médicos nos señalan una situación que ellos nos dicen que es irresoluble. Se mantiene el tratamiento antibiótico y ya va por su 10º día sin que remita significamente la infección de sus heridas, pues ya os he comentado que la posible solución quirúrgica dadas las las condiciones de Carmenchu es impracticable.
Nos enfrentamos, pues, a un continuo deterioro de mi madre. Y probablemente rápido.
Pero os digo una cosa: su fuerte ánimo, aun en la extrema debilidad, el dominio de su universo, que ahora se circunscribe al espacio en que yace, pero a sus límites no llegan ni el noto, ni el ábrego, ni  el cierzo, ni el levante, ni siquiera los huracanes, quiza sí la leve brisa de la presencia del Espíritu, la que le hace esconderse, como Moisés, en la grieta de la montaña, mientras pasa;  la gestión que ha hecho de su enfermedad, sus prioridades, su aceptación del acontecimiento (la caída, el accidente) y sus consecuencias (su parálisis), su valentía y sus ganas de vivir, perduran y perdurarán más allá de nosotros y de estas líneas.
Como en alguna ocasión anterior he escrito, nos sigue dando lecciones de humanidad, de maternidad.
No nos deja ni dinero ni joyas ni posesiones materiales. Su muerte no nos hará ricos de dineros. Nos hace ricos en humanidad. Y nos lega su fe, sujeta y arraigada, encarnada en su existencia. Nos lega su vida.
Nos lega lo valioso.

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