jueves, 8 de abril de 2010

Jueves 8 de abril. Muy de mañana.

Después de las vacaciones de Semana Santa, ya hemos empezado a trabajar y no tenemos la facilidad de poder acceder a la UCI en cualquier momento, por lo tanto la información fluye más lentamente, se espesa, como la lava que según se va enfriando para su progresión.
No así nuestros corazones, que esos no se enfrían.
Cada sístole bombea la imagen de mi madre sujeta, atada a su cama.
Las ocupaciones y preocupaciones diarias quedan difuminadas porque sí, porque hay muy pocas cosas esenciales.
A veces pienso, y cuando pienso a veces, me veo (lo pongo en 1ª persona, para no herir a nadie) tan necio como para perder con frecuencia la perspectiva de la esencia y me quedo con lo accidental, y lo accidental es vivir así, aburguesadamente idiotizado por la televisión o el consumismo,... Bueno, perdonad, ya está.

Carmenchu está agotada. Muy cansada de UCI. Es una proeza no perder el sentido y la noción o conocimiento no ya de lo cotidiano, de la hora, sino de la propia existencia, de quién soy o por qué estoy aquí.
Mantiene su conciencia clara.
Mañana la operan.
Esta tarde Antonio le dará la Unción de los Enfermos, para que el Señor la ayude también en este trance.
Se acaba ya este tiempo.
Ha superado el primer envite de esta mortal caída.
Se abrirá otro.
Mantendrá, estoy seguro, su vitalidad.
El Señor la ha ayudado, la ayudará, la ayudaremos todos.
Vale.

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