lunes, 12 de abril de 2010

lunes, 12 de abril

Dos pasos adelante, uno para atrás.
La medida de la mejoría de mi madre tiene dos vertientes, dos caras, que no están conectadas como sí lo están las dos caras de la misma moneda, el significante y el significado, el ying y el yang, Stan Laurel y Oliver Hardy o Rajoy y Zapatero.
La primera es la que miden los aparatos a los que está conectada.
Una mascarilla le ayuda a respirar.
Está sujeta a un monitor que mide la frecuencia cardiaca, la saturación de oxígeno, la presión arterial y no sé cuántas cosas más.
Con esos datos nos dan una evolución y un diagnóstico.
Lo ha superado todo.
Tiene bien las constantes.
Está sana.

Otra vertiente es soportar el sufrimiento. En esto mi madre es un hacha. No se toma una pastilla aunque le duela el hombro porque se le olvida.
Porque en sufrimientos de esos es una campeona. Ya lo fue cuando se rompió el hombro hace un par de años y lo ha superado con un mujerío (no sé por qué a las mujeres no se les puede decir el correlativo a señorío), un dominio, una entereza de la que hemos hecho lenguas, y la fama canta por doquier.
Pero sufrimiento extremo, acompañado de soledad, de alternancia de conciencia con cierta desorientación, especialmente por la noche, de no encontrarse ella arropada y teniéndose que tragar la píldora que ya está digiriendo, pues ese sufrimiento también lo está apurando.
Y mi alma grita solo de pensarlo.
Grito que se convierte en oración: ¿Hasta cuándo, Señor?

La han cambiado de ubicación.
La han trasladado a la UCI de quemados, porque la cama que ocupaba era necesaria para otra persona. Ya ella no necesita un soporte vital tan acusado como lo necesitó en su momento.
Ello significa un cambio y los cambios ahora no son buenos. La desorientan más aún. Y se tiene que hacer a un nuevo personal y ese personal hacerse a ella.
Y además, al estar en la UCI de quemados, en la zona de críticos, que es donde la han ubicado, nos han limitado el tiempo de visita y la cantidad de personas que pueden pasar a verla. Eso no es un buena noticia.

Estamos descontando los días esperando el momento en que podamos hacer turnos para acompañarla las 24 horas del día, para que no vuelva a sentir soledad en el sufrimiento, para cuidarla, para que pueda mandarnos callar o mandarnos que la dejemos sola.

¡Ya queda menos, Carmenchu!

1 comentario:

  1. Lo intento de nuevo. Si lo consigo la proxima me extiendo un poquito mas. Un abrazo.Pilar Sanchez

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